El mayor ataque que ha sufrido una nación desde el nazismo y el holocausto palestino.
Brutal y descomunal agresión continua la que recibe Catalunya.
El título de este post hace referencia a una editorial que publicó ayer el periódico franquista ABC. Evidentemente el escrito mesetario era un ataque feroz contra Catalunya. Pero, a su vez, básico, muy básico, como si fuera escrito por un becario que obtuvo matricula de honor en propagar odio. Al ser tan elemental, me ha sido fácil (demasiado fácil) cambiar el sentido de la homilía reaccionaria. Es curioso como, lo que sirve para difamar a Catalunya, sirve para España como anillo al dedo.
(En negrita los cambios)
¿QUÉ ESTAN HACIENDO CON ESPAÑA?
Lo que está ocurriendo no se debe a falta de centralismo, sino a un exceso de endogamia nacionalista española que creó un
sentimiento de impunidad que ahora se está resquebrajando
CON la detención de personas
relacionadas con El caso Gürtel y Bárcenas, el caso de corrupción política en España inicia su periplo judicial y abre una
nueva brecha en la sociedad española, ya herida por la política de
crispación centralizadora, la quiebra de servicios públicos y la corrupción
omnipresente. Mientras Rajoy y el nacionalismo español se preocupan por los
efectos que estas crisis pueden tener en el proceso de recentralización con el que quieren romper la legalidad constitucional,
los verdaderos perjuicios los sufren España y los españoles en su
imagen y en su confianza en sí mismos. Tanto pregonar que España es
sujeto político y jurídico de soberanía, y la clase dirigente española -socialista, liberal y conservadora, los unos por los otros- la ha arruinado, en
todos los sentidos de esta expresión, en su convivencia democrática y
cívica. El españolismo ya no es únicamente una opción descabellada desde
el punto de vista anímico, sino que representa para los españoles una
opción temible si va a estar gestionada por los mismos que no han sido
capaces de dirigir un estado, supuestamente sometida a intereses y
controles superiores. Cabe preguntarse qué no estarían dispuestos a
hacer los que han urdido la destrucción de un país y la corrupción pandémica
si en algún momento pudieran gobernar sin más criterio que el suyo
propio como sus mayorías absolutas.
En efecto, el proceso recentralizador va a
resentirse de estos escándalos, pero no por oscuras maquinaciones de los soberanismos nacionales, como proclaman los voceros españolistas, sino porque
están obligando a los españoles a preguntarse qué están haciendo sus
propios dirigentes con España. Queriendo buscar el enemigo interior,
queriendo hacer de las nacionalidades la coartada perfecta para los profesionales
del españolismo rancio, se está produciendo el efecto contrario: la
introspección de los españoles con España. Y la razón es sencilla:
quienes se corrompen son políticos españoles y son españoles a quienes
malversan dinero; quienes espían son españoles y han espiado a catalanes, por orden de españoles; quienes dividen a los catalanes son españoles. No metan al resto de Catalunya por medio.
Para los españoles, más urgente que continuar en España es, por un elemental sentido de la supervivencia colectiva,
recomponer su condición de sociedad política, con instituciones
intachables, proyectos serios, políticos fiables y una opinión pública
crítica. La desarticulación estructural de España es una realidad
incuestionable, que no se debe a la falta de centralismo, sino a un exceso
de endogamia ultranacionalista española, que creó un sentimiento de impunidad que
ahora se está resquebrajando.
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