lunes, septiembre 17, 2012

Pedro Jota Ramírez declara la guerra a Catalunya.




En la editorial del domingo pide al ejército que se arme para entrar en Catalunya. Nos gustaba más Pedro J, con corpiño, cuando presuntamente pedía  "¿me vas a mear, si..., si...?"

El artículo es basura como todo lo que escribe el señor de la coronilla. por lo tanto dejo solamente la parte del fervor guerrero:


...El otro elemento que ha empujado a Mas por el camino de la movilización callejera, en lo que en medios marianistas ya se conoce como Liada Nacional de Cataluña, ha sido la mayoría absoluta del PP. Si a Rajoy le hubiera faltado un puñado de escaños, CiU habría demostrado una legislatura más su legendario sentido del Estado intercambiando votos por millones. «Cataluña dice basta», proclamaba el miércoles, campanuda, La Vanguardia y yo me acordé de aquel gran anuncio de los 90: «¡Gior, un poco de pasta basta!». Pero, a falta de esa vía de implicación en la política española y una vez constatada su incapacidad de cuadrar las cuentas de la Generalitat y su disposición a cerrar antes hospitales que embajadas, Mas ha optado por lanzar a sus masas de creyentes contra el recinto de La Moncloa.
De acuerdo con el código del chiste lo suyo equivale a presentarse vociferante delante de la casa, exigiendo la inmediata entrega del gato hidráulico, pero profiriendo a la vez todo tipo de acusaciones contra el propietario y anunciando que en cuanto haya logrado reparar el coche -gracias a su ayuda-, lo lanzará contra la vivienda para destruir sus paredes y llevarse parte del mobiliario. Hombre, somos tontos pero no tanto.
De momento nadie ha tomado en serio sus bravatas y de eso deberían ser conscientes La Vanguardia, el Barça y todos los demás corifeos de esta opereta. En sólo tres días diciendo necedades -no tendremos ejército pero estaremos en la OTAN, seguiremos jugando la Liga como el Mónaco- el nacionalismo catalán ha perdido la pátina de respetabilidad acumulada durante tres décadas. Si existiera la más remota posibilidad de que Cataluña pudiera independizarse de España, cualquier Gobierno consciente de sus obligaciones, incluido éste, habría tomado ya medidas tendentes a la aplicación del artículo ocho de la Constitución, incrementando los presupuestos de Defensa y modificando las directivas sobre Seguridad Nacional para defender los derechos civiles no en Kosovo ni en Afganistán sino un poco más cerca.
Doy por hecho que la mera mención de esta disposición legal escandalizará a quienes tienen por norma actuar como si no existiera ninguna. Pero me da igual, entre otras razones porque, a diferencia de lo recurrente en el pasado, esta vez la sangre no llegará al río. Se lo dije a Montilla y se lo repito a Mas: bastará una nota de prensa de la Unión Europea para que cada catalán eche sus cuentas y a la hora de la verdad la aventura independentista sólo pueda contar con los boixos nois y otros colectivos propensos a la bronca. Sin tener 500 años de historia a sus espaldas, Lincoln decía que nadie podía desatar en la tierra lo que estaba «atado en el cielo». Un tuitero fue aún más elocuente cuando el otro día mandó este mensaje: «¿Qué pasaría si Cataluña se separara de España? Pues que Aragón tendría playa».
El riesgo no es, por lo tanto, que un terremoto abra las entrañas de la península, fracturándola por los límites de nuestro secular Principado sino que paguemos a alguien a cambio de que lo imposible no suceda. Lo malo de los dos finales del chiste es que los dos nos costarán dinero al conjunto de los contribuyentes. Rajoy debería aplazar su entrevista del jueves hasta que a este aprendiz de mesías se le pase la calentura y retire de la mesa la coacción independentista. Pero si al final se reúnen, lo lógico sería que Rajoy aprovechara la ocasión no ya para decirle sobre el «pacto fiscal» que verdes las han segado, que eso va de suá, sino para preguntarle qué piensa hacer para cumplir las sentencias del Tribunal Supremo sobre la enseñanza en español, explicarle la Ley de Mercado Único y leerle un par de veces el artículo 155 de la Constitución.

Si lo hace, a lo mejor hasta nos creemos que lo de Bolinaga fue sólo «humanitario».
 

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