EL DEBER DE LA INDEPENDENCIA.

En estos momentos es bueno recordar el artículo El deber de la independencia de Lluís Maria Xirinacs.
Lo he traducido al español aunque pueden leerlo en su original catalán aquí:
http://www.xirinacs.org/wp/2009/12/11/el-deure-de-la-independencia-de-lluis-maria-xirinacs/

EL DEBER DE LA INDEPENDENCIA

Por el hecho de ponerme testimonialmente en la Plaza de Sant Jaume de Barcelona reclamando la independencia de Els Països Catalans se ha suscitado una gran oposición a esta idea de independencia. Se han desvelado los demonios medio dormidos de los independentismos más guerreros, del racismo, de la intolerancia, de las fronteras y leyes de extranjería, los atentados, de las masacres, los genocidios, etc. ETA, Bosnia, Kosovo, Chechenia, etc. ¿No estamos mejor como estamos?

¿Se dan cuenta los que así piensan que hay que distinguir entre independientes opresores, los dependientes oprimidos, los independientes egoístas y cerrados y los independientes abiertos y fraternales? ¿Se dan cuenta de que si todo se mezcla desaparecerá la diversidad que tanto preconizan? ¿Se dan cuenta de que si allí, donde ha nacido y crecido una nación diferente, no se protege esta fuente de diferencia, desaparecerá la diferencia del mundo? ¿Se dan cuenta de que el internacionalismo es imposible si no hay naciones diferenciadas? ¿Se dan cuenta de que la culpa de los conflictos radica en el interés privado de unos empresarios que no respetan las raíces de los trabajadores y sólo buscan pagar menos y lucrarse más? ¿Se dan cuenta de que la causa principal de tantos problemas es la libertad de movimiento de capitales, en busca del mayor beneficio, que obliga al movimiento trágico de los trabajadores? «Los trabajadores, decía Marx, no tienen patria». Pero la persona humana concreta que hay detrás del «trabajador», sí. Marx, con su precisión característica debería haber dicho: «la fuerza de trabajo no tiene patria, el trabajador sí». Se usa la fuerza de trabajo y no se estudia el trabajador, que pertenece al grupo de los dependientes oprimidos y que, a menudo sin darse cuenta, en el país de destino, pertenece al grupo de los dependientes opresores.

Es ilustrativo de la confusión mantenida que la palabra «independencia» es un obstáculo insuperable para: 1. el Partido Popular (PP), 2. el Partido Socialista (PSC-PSOE), 3. Iniciativa per Catalunya-Els Verds (IC -V), 4. Izquierda Unida y Alternativa (EUiA) y 5. la gente de las diferentes tendencias anarquistas. ¿Cómo puede ser que grupos de ideologías tan diferentes e incluso opuestas coincidan en el mismo rechazo?

Toda persona individual o colectiva, llegada a su mayoría de edad, en su madurez, no sólo tiene el derecho inalienable a su independencia, sino también tiene el deber. Quien llegado el momento no ejercita la independencia, la toma o lucha con todas sus fuerzas para conseguirla o recuperarla si la ha perdido es una persona inmadura, infantil, provinciana, cómplice de la opresión manifiesta. Le decía yo a Santiago Fisas, ex Director General de Deportes de España, actual concejal del Ayuntamiento de Barcelona y militante del PP: «Tú no aceptas la independencia de Catalunya. Por consiguiente quieres la dependencia de Catalunya, ¿verdad? Dilo tú: «Yo quiero la dependencia de Catalunya». No quiso decirlo delante de los demás. Y remaché: «Tú lo que quieres es que Catalunya dependa de... Dímelo tú: «Quiero que Catalunya de...  «De quién quieres que dependa?». No lo quiso decir. Es algo que nadie en su sano juicio puede decir sea conservador, socialista, comunista o anarquista.

La mayoría de edad de una persona individual marca el inicio del derecho y del deber de su independencia, de su soberanía. Esto se acepta social y jurídicamente. Pero, sin ninguna razón, no se acepta para las comunidades o personas jurídicas a nivel social. Se toleran y practican toda clase de dependencias y sujeciones imperialistas en nombre de no sé qué derecho indestructible de la patria, a la intangibilidad de fronteras siempre establecidas a golpe de cañón. Esta soberanía sólo individualista es el fundamento del neoliberalismo salvaje que busca la masificación homogeneizadora de la Humanidad para estandarizar los productos y obtener más lucro con menos coste. También simplifica el trabajo política (?) Y la reduce a la aplicación de inexorables leyes deterministas de la física newtoniana.

Otra objeción común contra la afirmación del deber universal a la independencia es la falsa convicción de la necesidad ineludible de la interdependencia en el denso e integrado mundo actual. Quien piensa así reintroduce la dependencia por la puerta trasera de nuestra sociedad. Ciertamente hay interdependencia, pero es verdadera dependencia antidemocrática, pura ofensa a la dignidad de las comunidades humanas. Cada comunidad debe ser verdaderamente independiente en sus decisiones. Y a partir de ahí, desde su existencia independiente radical puede y debe pactar y consensuar colaboraciones libres. En un mundo tan interrelacionado, lo que importa no son las interdependencias de los imperialistas, sino estrechas colaboraciones libres a todos los niveles. Es manipulado aquel que es instrumentalizado sin su consentimiento. Quien consiente libremente no es manipulado, simplemente colabora, que quede claro, dentro de la más estricta independencia.

Porque independencia quiere decir dos cosas: no dejarse manipular (lo que gusta a muchos) y colaborar a todos los niveles (algo que no gusta a muchos). El olvido de la dimensión colectiva y comunitaria de la independencia puede hacer al anarquismo convertirse en liberalismo individualista. Habrá, pues, enmendar el liberal: «Haz lo que quieras» con la corrección libertaria de buena ley: «Pero de acuerdo con los demás en lo que les afecte».

Lluís Maria Xirinacs y Damians, 26 de marzo de 2000.