Ante todo, los españoles deberían preguntarse porqué le dieron mayoría absoluta a la ultraderecha. Si querían castigar al PSOE y realmente pretendían solucionar los problemas y mantener su estado de bienestar porqué no votaron a Izquierda Unida.
Alguien, algún día, hará un estudio sociológico de como un país con seis millones de parados y seis millones de mileuristas votó al partido de los empresarios, de los banqueros y de la iglesia.
El español es un tipo que deja llevarse por discursos vacíos. El anticatalanismo y la recentralización calaron en un sentimiento, ya de por sí, innato. Que, cual impronta, aparece en los momentos más difíciles. La derecha católica del PP lo tuvo fácil para convencer a unos iletrados con el eslogan de que "toda la culpa es de las autonomías". El pueblo berzotas aplaudió ese discurso. "Las embajadas catalanas" vociferaban. En todos los hogares españoles, mientras se comía o cenaba, se hablaba del "problema autonómico" con la misma propiedad que hablaban los vagabundos de Viridiana.
Los españoles deberían hacer huelga de sí mismos. Dieron la mayoría absoluta al partido de La Razón, ABC, EL Mundo, Intereconomía...
Ahora a tragar durante cuatro años.
La horda de la ultraderecha está desquiciada, iba a decir que han perdido la cabeza pero no, nunca la han tenido. Como una manada de trolls en estampida arremeten contra todo lo que se menea. La portada del ABC de hoy es una muestra del desequilibrio emocional e intelectual que sufre la derecha radical española. El tema de la independencia ha sacado a relucir el espíritu guerracivilista y franquista de la España profunda. Ellos creen que son España y los demás simples cretinos que mantienen una decadente clase madrileña. Una capital que ha recibido el maná del expolio sangrante de todas las autonomías. Madrid en sí ya es un eurovegas. Un espejismo en medio de la nada que terminará engullida por la arena del desierto.
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