¿Sirve de algo las manifestaciones o hay que hacer como los chalecos amarillos franceses?

Comentario que aparece en vilaweb en un artículo de Partal y que he traducido al castellano.
El autor es Miquel Gilibert.

Aparte de reiterar el agradecimiento a la gente que fue a Estrasburgo, y decir una vez más que, aunque piense que no tiene muy buena pinta todo ello, hay que estar por higiene democrática y para hacer patentes las vulneraciones de derechos.

El cargo de Borrell, y tantas otras cosas que consigue España como Estado, puede que no sean sus objetivos finales o óptimos, pero sí son tangibles, bastante importantes. Por ejemplo: a pesar de ser un cargo "decorativo" y ser él un inútil constatado, el cargo de Borrell como representante de exteriores de la Unión Europea quiere decir que tendremos, en el exterior, no solo España en contra, sino todo el bloque europeo. Que no podremos contar con nada que venga de Europa, y también que los pueblos y nuevos Estados que se esfuercen por liberarse lo tienen bastante complicado con este personaje para tener un mínimo apoyo europeo. Fíjense si es lo suficientemente importante.

Es el enorme pragmatismo de los Estados y también algo que los catalanes deberíamos tener grabado en el corazón, al menos hasta que no seamos libres: no importa realmente la estética, sino ser efectivo. Dicho de otro modo, aunque no nos guste y no estemos de acuerdo (y no digo que procedamos igual): han puesto más al gobierno francés contra la pared los chalecos amarillos (o al español la protesta hace años de los guardias de seguridad y personal de tierra de Iberia, o los taxistas) que 2 millones de personas manifestándose durante 8 años sin dejar un papel en la calle.

Si queremos una palmada en la espalda dada por nosotros mismos, ya está bien hacer manifestaciones estéticamente vistosas y multitudinarias, pero si lo que queremos es que se nos tenga en cuenta, tenemos que ir pensando en cosas quizás menos bonitas, pero sí más efectivas. Seguimos con el aforismo de Unamuno: "Levantinos, os pierde la estética".

Realmente hay unidad, es cierto. ¿Pero es posible?
Yo creo que no. No porque no me guste, sino porque la realidad es la que es. 
Analicemos.

Las cúpulas de los partidos se debaten entre tres ejes: 
-la hegemonía independentista (ERC se sabe la única opción mayoritaria ante el desbarajuste del mundo PDECat y por tanto difícilmente querrá desdibujarla)
-el miedo / desorientación de las cúpulas de los partidos y movimientos (es evidente que cualquier movimiento implicará represión, como ya se ha visto, y que nadie sabe qué hacer exactamente: si alguien le dijera a Pedro Aragonés, o Quim Torra, o Elisenda Paluzie que se hará lo que él o ella diga, sin discutir, yo creo que no sabrían articular ningún movimiento estratégico que permitiera avanzar en nada. Simplemente no lo saben.
-y por último los intereses de los prisioneros políticos.

Este último punto es muy importante, porque incide directamente en un aspecto en el que España es maestro en el caso de los catalanes: el chantaje.

Para explicarlo gráficamente, podríamos decir que nos pone en la tesitura de la mujer maltratada que no puede escapar de un matrimonio infernal y que -sabiendo serlo- intenta apaciguar al maltratador por al menos hacer más llanas sus penas.

Continuando con el ejemplo... no suele funcionar nunca, más allá de causar más desprecio por parte del maltratador y hacer que tal vez sea un poco menos violento, ayudándole a autojustificarse. El maltrato nunca para humillándose y dejando la dignidad, solo desaparece plantando cara.

Solo así se entienden las peticiones de los prisioneros políticos para que sus partidos se abstengan en la elección de Pedro Sánchez, como "mal menor" (como si hubiera mucha diferencia con el comportamiento del PP...), el acatamiento absolutamente acrítico a todas las sentencias que nos caen encima (como la de la ley de transición energética, que hace 10 años no se habría recorrido, por ejemplo) o la rebaja drástica en la retórica independentista.

Se trata de mirar de no provocar para intentar un mejor trato penitenciario y quizás una sentencia algo menos dura. Grave error porque, en paralelismo con el matractador, no se moverán un milímetro y utilizarán cada vez más el mecanismo para apretar más y más, impunemente (el argumento del espantajo del trifachito funciona ¡y tanto que funciona!). Otro de los problemas de moverse en función de los prisioneros es que desde dentro de una prisión se ve muy mal la realidad. Un ejemplo lo hemos tenido en el juicio que hemos vivido: si fuera por las declaraciones de los acusados, destinadas a minimizar las penas, el 1-O no fue mucho más que una especie de protesta con urnas, ellos no han querido romper nunca España, es más, el 27-O no fue más que una declaración de intenciones como la que habrían podido hacer el 3 de enero de 1994 (recuerde las famosas declaraciones convergentes de soberanía del parlamento de Catalunya, por las que nos regañaban un poco y ya está...), por decir algo.

En el parlamento europeo no hemos tenido soportes (salvo los portugueses). Durante un día hemos sido una pequeña piedra en el zapato para Tajani & Co., que nos han visto protestar a la catalana en vivo y en directo. Y muchos nos han expresado su apoyo, cierto también.

Pero debemos ser conscientes que, tal y como la dinámica europea, no pasará de ahí. En 3 semanas será una concentración de agricultores ante el parlamento (por ejemplo) la que causará titulares en la prensa o sacará los colores al presidente por una ley mal hecha.

Y sí, el Sinn Fein y los grupos de la izquierda radical nos apoyarán (Die Linke agrupa entre otros el antiguo partido comunista alemán, el PDS, no precisamente un ejemplo de democracia en la RDA), pero nuestro caso pasará a ser uno más de la agenda de un parlamento y de una comisión europea que -a la práctica- sirven de poco más allá (y con honrosas excepciones) de ser refugios de dinosaurios, frikis y sátrapas (si no me creéis mirad quienes envían los países en el parlamento europeo y quien forma parte de la comisión europea como eurocomisario). No lo estoy minimizando todo: me parece maravilloso que en Europa la gente entienda que nos pasa, pero hay que ponerlo en perspectiva.

No es mi intención poner agua al vino, sino simplemente constatar las dificultades que tenemos para salir adelante y que debemos superar: antes que nada dejar de hacer política en función de los prisioneros, por duro que sea; perder el miedo que ahora nos han inoculado a todos; después superar las desconfianzas entre partidos, ya que, después de todo, esto va de país, no de quién es el primero; y finalmente diseñar una estrategia a largo plazo que quizás sea menos bonita, pero que nos convierta para ellos (España y Europa) en un problema ineludible que no puedan solucionar a golpes de porra. No quiero volver a oír las frases "lo tienen todo pensado", "jugada maestra" o "estructuras de estado" o "Europa no lo permitirá": quiero hechos tangibles.

Son dificultades terribles, gigantescas y que necesitan actuaciones a largo plazo, planificación y estrategia, pero que no podemos eludir: la solución al problema catalán saldrá de dentro Catalunya y España, no de fuera, ni por presiones externas debido a que tengamos razón: desgraciadamente la política es muy dura y la razón suele ser sacrificada al pragmatismo.

Eso sí, te cepillan la espalda, como explicaba el presidente Tarradellas que hacían en Madrid cada vez que iba un catalán (que usted mismo puede ver en la excelente Sazatornil de La Escopeta Nacional).