Pages

viernes, noviembre 07, 2014

1898-2015, los españoles no aprenden. Similitudes de la pérdida de Cuba con el proceso catalán.

Es impresionante el parecido entre los acontecimientos anteriores y posteriores de la guerra de Cuba con la posición española ante la libertad de Catalunya.
Misma basura de políticos... expolio, represión, amenazas, prensa cavernaria, ignorancia, decisiones disparatadas, osadía... Falta de apoyo internacional, pérdida de la colonia, deuda y quiebra...

El artículo es de Eugeni Casanova en  vilaweb.

La política española en Cuba se centró durante todo el siglo XIX en la explotación sin medida de los recursos naturales y humanos de la isla, a la que no se reconocía ningún derecho. Carlos Manuel de Céspedes lanzó en 1868 el grito de Yara: "Nadie ignora que España gobierna Cuba con un brazo de hierro ensangrentado. Teniéndola privada de toda libertad política, civil y religiosa, sus desgraciados hijos se ven expulsados. Innumerables han sido las veces que España ha ofrecido respetar sus derechos, pero hasta ahora no ha cumplido la palabra." En Madrid no dieron ninguna importancia y el caso se trató como un problema de orden público.

La Restauración permitió la entrada de diputados cubanos a las cortes en 1878, pero el presidente Cánovas del Castillo dejó muy claro que la isla no era "más que una regular provincia, que no puede gobernarse a sí misma, y es y debe ser siempre española." Su ministro de Ultramar bramó: "Autonomía, nunca, nunca, nunca!" Cuando se firmó un pacto con los insurrectos, el general Salamanca llamó al congreso "maldita sea la paz!" y la mayoría de los diputados le aclamaron.

En 1886, el diputado cubano Rafael Montoro presentó a las cortes un proyecto de igualdad de derechos políticos con la metrópoli y obtuvo diecisiete votos contra 217. Ese año, España abolió la esclavitud, como reclamaban los insurrectos. Fue el último país europeo en hacerlo.

Para el gobierno español, los diputados autonomistas eran "meros separatistas con el único objetivo de desgajar un pedazo de la patria." Confiaban en que la llegada de Maura al Ministerio de Ultramar en 1893 los otorgara algún derecho. Hartos de esperar, José Martí lanzó en 1895 el grito de Baire, que dio paso a una nueva insurrección en la gran Antilla.

Los militares más sensatos veían que el "órdago" cubano no tenía una solución armada, "aunque se llene la isla de soldados." El gobernador, el moderado Martínez Campos, dijo al presidente Sagasta: "No soy menos liberal que ustedes y deploro ciertas libertades, pero la época las exige. La fuerza no conduce a nada estable, la razón y la justicia se abren paso tarde o temprano." El general Polavieja, muy vinculado a Cuba, había escrito a un amigo en 1890, después de la guerra Chiquita: "En lugar de querer evitar la independencia de Cuba a toda costa, lo que sería un proyecto inútil, sería necesario que nos preparáramos , que nos quedáramos en la isla sólo el tiempo que razonablemente podamos y pusiéramos los medios para que no nos echen a la fuerza, con perjuicio de nuestros intereses y denigración de nuestro honor."

El cubano José Antonio Saco explicó a la obra 'Paralelo entre la isla de Cuba y algunas colonias inglesas' la diferencia que tenían Gran Bretaña y España a la hora de ejercer el colonialismo. Acusaba Madrid de practicar un régimen de sumisión poco eficaz, reclamaba que Cuba fuera tratada como Canadá y advertía que si España era incapaz de hacerlo la isla acabaría jugando la carta de la anexión a los Estados Unidos.

Martínez Campos presentó la dimisión harto de las tortas que recibía de Madrid, y fue nombrado en su lugar un hombre duro, Valeriano Weyler, el Vampiro de Cuba, que aplicó la táctica de tierra quemada, con la destrucción y el asesinato de todo y de todos que pudiera tener algo que ver con la insurgencia. Reunió a la población civil en campos de concentración y los extenuó por el hambre para que no pudiera colaborar.

El secretario de estado norteamericano, Richard Olney, propuso en Madrid de hacer algunas concesiones, en la línea de los británicos en Canadá. Cánovas lo rechazó, esperaba que Weyler aplastaría la revuelta y que Estados Unidos abandonarían las posiciones pro-separatistas para que no se encontraban "en condiciones de poder contrarrestar una nación europea de primer orden."

El diputado Emilio Díaz Moreu denunció en 1894 a las cortes que la flota española no tenía ni un solo barco en condiciones de combatir. El gobierno español decidió construir el crucero Princesa de Asturias, pero cuando lo quisieron botar en septiembre de 1896 el buque se atascó en la rampa y no quiso caer en el agua. Un mes más tarde lo volvieron a intentar y quedó atascado nuevamente, con riesgo de romperse, y lo dejaron por imposible. Pocos días más tarde se deslizó solo, y el pueblo, siempre ingenioso, lo bautizó como 'El espontaneo'.


Paralelamente, el ejército de tierra sucumbía por las enfermedades y una alimentación deficiente, porque la carne enlatada procedente de Alemania e Italia no aguantaba el rigor del trópico. Los soldados españoles combatían en la manigua con vistosos uniformes milrayas y alpargatas de cáñamo que se podrían y acumulaban parásitos. El ejército británico había adoptado en 1848 un uniforme caqui y España tardó sesenta años en imitarlo. Pero El Correo Español de Madrid llamaba al combate argumentando que "nuestro valeroso ejército está preparado para luchar: contamos con 200.000 hombres, los yanquis únicamente tienen 20.000 y los cubanos insurrectos, apenas 15.000." El Heraldo de Madrid tituló 'Cañones y no reformas', y Segismundo Moret, ministro de Estado, invadió la isla marroquí de Perejil para demostrar el potencial de España.


El gobierno tuvo finalmente un ataque de realismo y el 1 de enero de 1898 puso en vigor un proyecto de autonomía -que los cubanos calificaron de "autonosuya", cuando los rebeldes controlaban toda la parte oriental de la isla y Estados Unidos amenazaban desde Florida. Narcís Verdaguer escribió en la Voz de Cataluña: "La lucha del pueblo cubano por su libertad es la primera ruptura del edificio centralista".

En la metrópoli este proyecto no recibía tampoco nada de simpatía, los políticos criticaban la precipitación y la mayoría de diarios de Madrid se opusieron. Fomento del Trabajo dijo que había que "luchar contra el nefasto propósito de conceder autonomía arancelaria en las cámaras insulares de Cuba y Puerto Rico porque representa una herida mortal en el país productor ya la soberanía nacional." Los más interesados en mantener el status quo era una estructura caciquil y corrupta de grandes oligarcas y altos funcionarios. El marqués de Comillas, por ejemplo, invocaba "el honor nacional español" mientras administraba grandes latifundios en Cuba y era el accionista principal de la Compañía Transatlántica, que se hizo de oro transportando tropas a la isla.

El acorazado Maine llegó a La Habana el 25 de enero de 1898 y las autoridades españolas invitaron a los comandantes a una corrida de toros. El 15 de febrero una explosión lo hundió. El presidente estadounidense MacKinley firmó la declaración de guerra el 20 de abril y al día siguiente Sagasta decía en un comunicado: "Con toda la energía de un pueblo que ha sabido conquistar nombre y fama envidiable, España defenderá con las armas su derecho a continuar en América sin dejarse intimidar." El gobierno insistió en que combatiría hasta el último soldado y hasta la última peseta.

En el momento de comenzar el despliegue de tropas, el Ejecutivo confiaba que las potencias europeas (Francia, Alemania y Gran Bretaña), preocupadas por el expansionismo norteamericano, pararían los pies a los 'yanquis' y, sobre todo, querrían garantizar el pago de la deuda internacional, al que España acudía a duras penas gracias a la expoliación de la economía cubana. Grave error: las dos primeras se mostraron indiferentes, y la siempre pérfida Albión se alegró con el ataque americano.

Manifestantes enardecidos tomaron las calles de muchas ciudades españolas exhibiendo dibujos de cerdos gritando 'en Nueva York, en Nueva York'. El diario madrileño El País (el de entonces) tituló: 'El problema cubano no tendrá solución mientras no envíen un ejército en los Estados Unidos'. En las tertulias de la capital calificaban los 'yanquis' de 'salsicheros' y vaticinaban que no tenían nada que hacer contra una armada vencedora en Lepanto y que había conquistado América. El Heraldo de Madrid, el diario de Canalejas, aseguraba que las tripulaciones americanas desertarían en masa a los primeros disparos...

La caverna mediática decimonónica ya había desbarrado unos años antes cuando Alemania había ocupado las Carolinas, y se había escrito, por ejemplo: "Una guerra marítima no conviene hoy en Alemania, para la defensa de España, que está en el corazón, no solamente llenaría los mares de aventureros españoles, la fuerza y el número no ha calculado Alemania, sino que multiplicaría la bandera española con auxilios innumerables llevados por dos instintos: el de botín y el de venganza".

El 22 de abril, el capitán general de Cuba, Ramón Blanco, se dirigió a Máximo Gómez, jefe de los rebeldes, para proponerle de combatir contra el 'enemigo común' al grito de 'Hurra por España, hurra por Cuba ! ' La respuesta fue nítida: "Me sorprende su atrevimiento de hablarme en términos de paz, cuando usted sabe que cubanos y españoles no pueden vivir en paz sobre el territorio de Cuba. Usted representa una monarquía vieja y desacreditada, y nosotros luchamos por los mismos principios que Bolívar y Washington".

El primer choque fue en Manila, una plaza teóricamente segura y bien defendida. Unas horas antes de llegar la flota estadounidense, el comandante español arengó la tropa: "Una escuadra de inexpertos viene hacia el archipiélago con el alocado propósito de arrebatarnos vida, honor y libertad. Pretenden imponer el protestantismo sobre el catolicismo que profesamos. Y yo digo: la lucha será breve y Dios nos dará una victoria brillante y completa, como pide la justicia de nuestra causa." Fue en efecto breve, los cañoneros norteamericanos hundieron toda la flota española en el mismo puerto en menos de tres horas sin sufrir ni una sola baja. La bolsa española se derrumbó al instante.

Madrid envió la flota del Atlántico a defender Santiago de Cuba para los estadounidenses bloqueaban el puerto de La Habana. Consciente de sus fuerzas, el comandante, Pascual Cervera, dijo al gobierno que recurrir a las armas sería una locura, y éste replicó que el combate no se podía rehuir porque España se jugaba el honor. Blanco, por su parte, recriminó a Cervera que la flota se hubiera presentado en Cuba de vacío, sin armamento ni provisiones, cuando a su ejército carecía de todo. Esta vez la batalla duró cuatro horas. Los acorazados estadounidenses hundieron todos barcos de "los herederos de Lepanto", uno tras otro, y tuvieron una sola baja, contra 350 muertos y 160 heridos por la parte española.

El 10 de agosto el Gobierno comunicaba a la Casa Blanca a través del embajador francés que aceptaba una capitulación. Madrid propuso que los vencedores asumieran la deuda cubana, "contraída para mejorar las infraestructuras", pero Washington lo rechazó alegando que éste era el deber de España, ya que había sacado muchos beneficios de la colonia. El periódico La Época dijo que el acuerdo era 'monstruoso de tan injusto, irregular y opresor; el más funesto y humillante de los que España ha tenido que aceptar desde que comenzó su lento e ininterrumpido desmembramiento '.


El país se hundió en la depresión. Ortega y Gasset afirmó en una conferencia que "la España caduca se ha apoderado de todos los organismos públicos, de todo lo que podemos llamar oficial y que no es únicamente La Gaceta y los ministerios, y esta España cadavérica y purulenta, convertida en España oficial, gravita, aplasta y agota los gérmenes de la España vital". Joan Maragall escribió su 'Adiós, España'.

El ribagorzano Joaquín Costa aseguró que España debía dejar de ser gobernada por gente que "deberían estar entre rejas, en un manicomio o sentados en los bancos de la escuela". La regeneración que proponía no llegó nunca. Duran y Bas, representante del catalanismo al gobierno de Silvela, dimitió con una frase lapidaria: "No nos entenderemos nunca".
Mientras, en Catalunya florecía el modernismo...

EN FIN...

5 comentarios:

  1. Professeur Pattonianus6:28 p. m.

    General Patton Foundation
    Av. Desembarcament de Normandia,1944
    San Juaquín,Califòrnia, USA


    Benvolguts compatriotes:

    Desprès d'un periode de reflexió i descans, la nostra Església Pattoniana i Universal dóna la seva postura davant el macrosuccès històric de diumenge, per la Nació Catalna.

    Aquesta institució recomana seguir les recomanacions de cert film austríac de l'any 1955, que va dirigir el gran director Ernst Marischka, i protagonitzada per Romy Scheineder i Karlheinz Böhm.

    Donada la seva gran importància virtual del film, seguiu la literatitat del nom del personatge històric femení que hi surt, que a més a més és Emperadriu, a l'hora de participar al procès consultiu.

    Rebeu una cordial salutació.

    Jhom Patto-Riera, secretari general.

    ResponderEliminar
  2. Anónimo7:24 p. m.

    Toca hundir un barco chino en el puerto de Barcelona :-) Lo mejor sería hacerlo en un asalto con máscaras de Rajoy

    ResponderEliminar
  3. Montblanc prepara bloques de hormigón para cerrar muralla y, si es necesario, votar en plaza

    http://www.naciodigital.cat/delcamp/laconcadiari/noticia/3138/montblanc/prepara/blocs/formigo/tancar/muralla/cal/votar/placa

    Tener muralla tiene sus ventajas

    ResponderEliminar
  4. Anónimo11:37 p. m.

    Un resumen interesante.
    La mentalidad patriotera española queda muy clara en estos hechos.
    Actualmente no se dan ataques físicos, por lo que parte de la sociedad ni llega a plantearse nada a menos que se haga el ejercicio de informarse sobre la situación actual para, al menos, entender lo que ocurre.
    A pesar de la desconexión parcial de la sociedad, esto no tiene freno.

    Muchas veces pienso que no somos conscientes de lo que estamos haciendo. No sólo acercarnos cada vez más a la independencia de un modo por completo pacífico y centrado en la sociedad.
    También estamos ayudando a Españistán a ser otra cosa. Está claro que seremos un revulsivo para ellos. No sé si el final acaba en «stan», espero que no, pero sí tengo claro que serán varios finales, y ese concepto enfermizo que tienen del patriotismo se verá muy reducido.

    Uffff tengo mucho por escribir pero me estoy quedando dormido y noto que me explico fatal.
    Ale, bona nit y mañana a disfrutar de la super convocatoria de Libres e Iguales.

    ResponderEliminar
  5. Cántabro1:00 a. m.

    1898 Guerra de Cuba: Arenga patriótica tipica a los soldados
    http://www.youtube.com/watch?v=iveAy441In4

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.