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domingo, septiembre 22, 2013

Pedro Jota Ramírez también llama nazis a los catalanes.

La Carlosjesulogía será la nueva religión española del futuro, un especie de cienciología castiza y repleta de miserias...



Particularmente me importa un bledo lo que puedan decir personajes sumisos al ensanche del esfinter.

Pedro Jota nos habla de la película Cabaret, de la famosa escena en la campiña en la que se canta y se ensalza el oro del Rhin. Sueños dorados de un paleto que bebía de la lluvía de su ama Exuperancia...



Pero, aunque las artículos que nos vienen de Madrid los escriban frikis o gañanes del sexo, no hay que tomarse a risa sus exabruptos.

La editorial de hoy de EL MUNDO es casquería. El alma de slasher de Pedro J. "Carnage" aflora en toda su dimensión en su artículo snuff. Un auténtico enemigo de Catalunya que, con la independencia deberá ser juzgado y encarcelado si se atreve a pisar territorio catalán.

Sí, la Catalunya libre deberá presupuestar partidas para la búsqueda y captura de cultivadores del odio. Necesitaremos a gente "tipo Wiesenthal" para atrapar y juzgar a todos esos malnacidos que banalizan el nazismo e intentan llenar de rabia el canto a la libertad del pueblo catalán.

La parábola del sembrador solo tiene una interpretación en el anticristo del "PedroJota": siembra odio, que brote y que el próximo 12 de octubre los fascistas intenten ir a Catalunya para reventar el proceso pacífico.

El artículo es de alguien que no quiere convencer a los catalanes, los quiere secuestrar, someterlos a su dictadura y humillación eterna.
En España han enloquecido, su descontrol viene dado a que saben que su país y su querida capital no podrán existir sin el expolio catalán.
Sacan toda la vileza que tenían en su interior, les importa un comino que sus escritos se difundan vía facebook o twitter. No esconden su asco hacia Catalunya.

¿Deberemos permitirlo por mucho tiempo más?
¿Cuál es el límite de los catalanes?

Una cosa está clara, no les daremos el gustazo. Los catalanes tenemos que huir de semejante tierra de orcos, ogros y trolls.

Es tal nuestro desespero que nos importa un rábano estar en la UE o en la ONU o que nos envíen a Raticulín...
Nuestra desafección es supina, muchos no vamos a querer absolutamente nada de España jamás de los jamases, no entrar en su territorio ni por casualidad.

Unos por acción, otros por omisión, España es un país de mezquinos.




Resumen de las frases encolerizadas del  terrorista de la palabra:


Tomorrow belongs to you
Sí, es cierto, Anna, 12 años, que «cae un sol de estío sobre la pradera y los ciervos corren libres por el bosque, pero se reúnen para dar la bienvenida a la tormenta».
Sí, es cierto, Sergi, 14 años, que «la rama del tilo es frondosa y verde y el Rin –o el Llobregat o el Segre– lleva su oro al mar, pero en algún lugar la gloria espera invisible».
Sí, es cierto, Estel, 13 años, que «la flor abraza a la abeja pero pronto dice en un susurro: levántate, levántate».
Por eso os habéis puesto en pie, habéis unido vuestras manos a las de vuestros mayores y habéis respondido todos juntos a la llamada: «Patria, patria, muéstranos la señal que nuestros hijos esperan ver».
Desde que, embutidos en vuestras camisetas amarillas, os convertisteis en eslabones de la cadena humana del 11 de septiembre sabéis que «el mañana» os «pertenece» y que nada podrá interponerse ante la determinación de cumplir vuestro destino colectivo como pueblo. Es un sentimiento tan noble y henchido de idealismo como el que experimentaban aquellos muchachos de las camisas marrones en la escena del merendero de Cabaret. Si el plano se fuera cerrando, la cámara mostraría las banderas esteladas tiznadas en vuestras párvulas mejillas con el mismo candor con que en la película se detiene en el ancestral símbolo hindú grabado sobre fondo rojo en los brazaletes de aquellos sanos muchachos alemanes.
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Soy consciente de que me adentro en arenas movedizas pues es muy difícil ver una esvástica sin escuchar enseguida esa música de Wagner que invita a invadir Austria ni pensar que siempre que se empieza por ahí, se termina gaseando judíos. Pero el hecho de que la hermosa canción, introducida en Cabaret como remedo del himno patriótico Die Wacht am Rhein–La Guardia del Rin–, haya sido percibida muchas veces como una apología encubierta del nazismo, permite separar el principio del fin de aquella historia.
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El corazón del debate que nos ocupa ha sido perfectamente identificado por el portavoz de la Generalitat al anunciar que el CAC, o policía de lo audiovisual en Catalunya, va a investigar los contenidos en los que se «compara» la ideología nacionalista con la de los regímenes totalitarios. El error de Homs es dar por hecho que se trata de «mentiras y difamaciones… del todo intolerables», sugiriendo que habrá que afrontar el problema mediante la denuncia y no mediante la evaluación de si tienen razón.
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«inflamación patológica de la conciencia nacional herida» que para él es el nacionalismo con los totalitarismos; y lo convierten en un «remedio» sumamente «peligroso». Es muy conveniente repasarlos y preguntarse tanto si son de aplicación a lo que está ocurriendo en Cataluña...

 «el nacionalismo en su estado más avanzado ha llegado a una situación tal que si la satisfacción de las necesidades del organismo resulta incompatible con los objetivos de los otros grupos… no queda más remedio que obligarles a doblegarse». Sabemos que esto es precisamente lo que los separatistas alegan respecto al imaginario yugo español. Pero basta ver cuál es la realidad institucional de la Cataluña autonómica, fruto de un pacto constitucional avalado abrumadoramente por todos los españoles, catalanes incluidos; basta ver dónde está la amenaza de romper de forma unilateral el statu quo; y basta ver quién está pecando de debilidad y tibieza al renunciar a aplicar las normas previstas para atajar la deslealtad de los gobernantes de una comunidad autónoma.

Las últimas declaraciones de Mas alegando que, en contra de lo que dicen los tratados, una Cataluña independiente seguiría en la UE porque sus dirigentes «ya se ocuparán de no hacerse daño», indican que en su mesiánica huida hacia adelante no sólo piensa «doblegar» a España sino también a Francia, Alemania, Italia o el Reino Unido. Y la línea de repliegue para espíritus menos audaces, según la cual «en todo caso Cataluña estará dentro del euro», demuestra que si el nacionalismo catalán reúne los cuatro ingredientes del «remedio peligroso» de Isaiah Berlin, sus actuales dirigentes practican ya sin escrúpulos los 11 principios de la propaganda de Goebbels.
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Cualquiera puede ver que los resortes que emplean para hacerlo son una fiel trasposición de las consignas del ideólogo del Reich: «adoptar una idea única (Cataluña es una nación) y un único símbolo (la senyera)»; «individualizar al adversario en un único enemigo (España)»; «cargar sobre él los propios errores o defectos (España nos roba)»; «convertir cualquier anécdota en amenaza grave» (los vuelos rasantes de aviones militares, la irrupción violenta de ultras en Blanquerna); «repetir una mentira lo suficiente hasta que acabe convirtiéndose en verdad» (Cataluña perdió su independencia en 1714); «llegar a convencer a mucha gente que piensa ‘como todo el mundo’, creando una falsa sensación de unanimidad» (el mosaico del Nou Camp, la cadena humana). Nada de esto pasa de forma significativa en el resto de España.

Si durante más de tres décadas el nacionalismo ha inoculado este virus, estimulando su propagación desde las instituciones públicas, los colegios, la radio, la televisión y los periódicos, no es de extrañar que la infección alcance ya a una parte importante de la sociedad catalana. La pregunta que ahora hay que dirigirles por igual a los próceres catalanes que han mirado para otro lado y por supuesto al presidente del Gobierno de España que sólo practica el lenguaje del silencio, es la misma que Michael York le hace al aristócrata alemán que le acompaña al merendero: «¿Sigues creyendo que les pararéis los pies?».

Sea cual sea la respuesta, lo que no tiene ya vuelta de hoja es que gran parte de los individuos que componen esas generaciones de catalanes, programadas para servir al nacionalismo, no serán capaces de sustraerse al lavado de cerebro y al determinismo uniformador al que han sido sometidos. Crecerán, vivirán y morirán jibarizados por y para la reivindicación de que la nación catalana se convierta en un Estado independiente de España, al coste que sea. Y eso en la era de la globalización, de la dilución de la soberanía, del mundo sin fronteras, oscila entre lo grotesco y lo terrible.
Sí, es cierto que los ciervos, los bosques y las flores están ahí a vuestro alcance y que sois los guardianes de los ríos que acarrean el agua del futuro. Tomorrow belongs to you, Anna, Sergi, Estel. Pero vais a convertiros de niños en adultos sin ser conscientes de los dos problemas que lleváis en la mochila. El primero es que lo único peor que la derrota de vuestra causa sería su victoria. El segundo, la putada que os han hecho vuestros padres. 

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