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martes, septiembre 17, 2013

Ex-trabajadores de Libertad Digital cargan contra Jiménez Losantos.

Primero fue el fanático de César Vidal, luego el Grupo Risa los que abandonaron como ratas el buque fantasma de esradio.

Realmente me importa un pepino lo que le ocurra a la gente que ha trabajado para Jiménez Losantos, es como si un nazi de la SS dijera que sólo estuvo gaseando durante un año...

Carta de un tal Miquel Rosselló:

2 septiembre 2013 at 09:55

Ya no trabajo en Libertad Digital, tras la marcha de César Vidal la empresa se ha desprendido de una serie de colaboradores y trabajadores entre los que me encuentro. Quiero aclararlo porque, aunque estemos ya en septiembre, continúo recibiendo mensajes preguntándome por qué ya no estoy en Libertad Digital. Y creo que se merecen una explicación.

El viernes 12 de julio por la noche, mientras estaba tomando unas hamburguesas con unos amigos durante mis vacaciones en Mallorca, empecé a recibir llamadas y mensajes algo desconcertantes. Querían saber por qué César Vidal se había despedido y en un primer momento pensé que se referían al cierre de temporada. Estaba equivocado, y me costó creerlo. Ese mismo fin de semana intercambié algunos mensajes con César sobre lo acontecido y le devolví el control único de las cuentas de Twitter y Facebook. Se las di sin pensarlo mucho. Consideraba entonces y sigo considerando ahora que una cuenta en Twitter o en FB es algo personal e intransferible, así que, del mismo modo en que Ana Pastor se llevó consigo su cuenta de Twitter cuando abandonó TVE, me parecía lógico que César Vidal hiciese lo propio al salir de EsRadio. 


Al margen de este breve y aparentemente intrascendente episodio de las contraseñas (más adelante explicaré por qué), la marcha de César me dejó tan anonadado como a cualquier oyente de la emisora. Tras dos temporadas difíciles el camino llegaba a su fin. Todos sabíamos que César estaba a disgusto, pero nadie imaginaba que aquello fuera a terminar así y de manera tan repentina. Al contrario de la noticia que publicó Libertad Digital al día siguiente, César Vidal no se despidió a la francesa, envió una carta a Federico Jiménez Losantos antes de decir el adiós definitivo. El contenido de esa carta y las razones de César las desconozco, por lo que no las encontrarás aquí, debéis buscarlas en lo que él mismo ya ha dicho o en sus memorias que se publicarán en otoño.

También pude escuchar su último editorial pero no las tertulias. La prudencia me llevó a pensar que tal vez habían tenido algún tipo de problema técnico o la persona encargada de subir los podcasts estaba de vacaciones. Pero la espera fue vana porque alguien en Libertad Digital decidió censurar esas tertulias. Lo que Federico Jiménez Losantos denunció que había hecho la COPE con su fonoteca lo ha terminado haciendo también a sus oyentes de EsRadio.

Al reincoporarme unos días después empecé a notar silencios y situaciones extrañas. Con Adriana Rey, hasta entonces subdirectora del programa de César Vidal, tan solo hablé brevemente por teléfono sin que llegara a mencionarme al que hasta hacía unos días había sido el director de nuestro programa y cuya salida había armado un escándalo importante entre los oyentes habituales. Todo apuntaba que la vuelta al trabajo iba a ser lo más parecido a una noche de cristales rotos en la que a mi me iba a tocar el papel de comerciante judío. Y así fue. Pude ver con mis propios ojos como la gran fotografía de César Vidal que había en el pasillo central junto a los otros dos fundadores de EsRadio, Federico Jiménez Losantos y Luis Herrero, había sido arrancada dejando unos desconchones en la pared. Era como si César Vidal nunca hubiese existido, lo más parecido al damnatio memoriae que practicaban los antiguos romanos. Según me contaron, el encargado de arrancar el retrato fue el propio Javier Somalo, director de EsRadio. Entre esconder la imagen de César y censurar sus últimas tertulias la situación me recordó a las prácticas narradas en la distopía 1984 o la fijación de Stalin por borrar a Trotsky de las fotografías.

Espantado por lo anormal de la situación hablé con algunos amigos, todos ex trabajadores de LD, para contarles lo que estaba pasando. Le quitaron hierro al asunto y dieron por seguro mi despido. “Tratarán de acojonarte para que largues de plano si tienes las contraseñas de Twitter, a estas alturas es lo único que les interesa. Luego te pegarán una patada en el culo”, me dijo uno de ellos. Fue tal cual. Al día siguiente el silencio lo impregnaba todo. LD nunca ha sido una redacción especialmente animada, pero aquel día parecía un cementerio. Daniel Rodríguez se acercó a mí y me pidió de muy buenas maneras el e-mail con el que, hace varios años, abrí esa cuenta, evidentemente para quitársela a César por la puerta de atrás. Le dije que no me acordaba, y era la verdad, no me acordaba, pero de acordarme no se la hubiese dado porque, insisto, esa cuenta de Twitter era personal de un presentador de radio con su fotografía y su nombre. Cada uno de los 20.000 seguidores que tenía en aquel momento seguían a César, no a la franja horaria que ocupaba. De hecho ahora le siguen muchos más. Era Daniel tan la voz de su amo que hasta me dio pena. Por Dani siempre he tenido afecto personal y gran admiración profesional. LD no sería lo que es sin él. Dani vive por y para el periódico, es el alma técnica de aquel digital y además un buen periodista. Me apena que lo utilicen de la manera en que lo vienen haciendo desde hace tantos años.

La tarde del día siguiente empezó de forma similar hasta que Dieter Brandau, con sus andares como de chulo de feria, vino a verme a mi mesa para llevarme al despacho de Javier Somalo, que esperaba sentado detrás de la mesa demacrado, desafiante y con cara de vinagre. Allí, fui testigo paciente de lo que los trabajadores de LD conocen como “puritadas” o lo que algunos también llaman “gestapos”. Lo de “puritadas” viene porque en cada sesión entre los dos se fuman media lata de Café Creme (sí, como siempre han sido jefes todavía no se han enterado de que está prohibido fumar en las oficinas). Lo de “gestapo” no creo que haga falta que lo explique, habla por sí mismo. La “puritada” busca, como ya me habían prevenido, atemorizar al empleado y predisponerle a hacer lo que ellos quieren.

En dicha reunión me ofrecieron “pactar mi despido” o “arrepentirme”. Yo, que estoy a bien con mi confesor, consideré que no debía arrepentirme de nada de lo que ya había dicho en mi Twitter personal (ahí está para quien quiera consultarlo), pero tampoco pactar mi despido, aunque entiendo que cualquier empresario puede despedir a un trabajador si así lo tiene a bien. Aquella reunión me pareció surrealista, continúo sin entender qué hacía allí el director de los servicios informativos (Brandau) y el subdirector del digital (Dani) tratando un asunto de la radio con un trabajador contratado por Cronos Multimedia (productora de la antigua televisión de LD). Tal vez con mi “arrepentimiento” (esa fue la palabra) tan solo pretendían salvar mi alma corrupta, aquello me recordó a un tribunal del Santo Oficio.

Tal y como estaba el ambiente laboral en la casa -y fuera de ella-, el trabajo era el trabajo y estaba dispuesto a hacer lo que me pidieran como hice desde el primer día que entré a trabajar en Libertad Digital en el ya lejano año 2007. Así se lo hice saber. No tenía nada de lo que arrepentirme, pero mostré disposición a hacer lo que ellos considerasen oportuno. En aquella empresa he hecho de todo, desde tráfico de materiales de la televisión (películas, documentales, etc.) a colaborar en el programa de César, pasando por sustituir al jefe de opinión, hacer la parrilla de programación, supervisar la continuidad de la tele, locuciones, traducciones y un larguísimo etcétera que incluye, a modo de anécdota, el transporte de cintas de vídeo en mi moto para que Dieter las colocase en emisión como falsos directos. También he filtrado miles y miles de SMS en las tertulias y hasta en el programa Debates en Libertad de Javier Somalo, que se emitía en diferido los sábados por la noche. Ese fue uno de los incontables absurdos que llevaron la televisión a la quiebra. No entraban apenas mensajes (cinco o seis la mejor de las noches), pero tenían a un empleado de guardia para pasarlos e inventarse el resto. Todo por el ego del hombre este. Volviendo sobre el tema que me estoy desviando, la reunión-puritada terminó y me dijeron que analizarían la situación y ya me dirían.

Se tomaron dos días para “decirme” lo que yo ya sabía, al término de los cuales Luis Rodríguez, el director gerente, se puso en contacto conmigo para que fuera un poco antes de empezar mi jornada laboral. Mis papeles del despido ya estaban preparados, firmé y al día siguiente lo dejamos todo arreglado. Al salir me crucé con Javier Somalo y bajó la cara. Sorprendente cambio de actitud, de la arrogancia a la vergüenza en 48 horas. Algo muy suyo por cierto. Todos los que han salido de ahí han tenido un cruce similar con él.

No me pude despedir de muchos de mis compañeros por lo enrarecido de la situación, así que quiero aprovechar ahora para enviar un abrazo a los compañeros y amigos, todos grandes profesionales, que todavía trabajan en Libertad Digital. De otros sí que me pude despedir, en público o en privado, en voz alta en la calle a resguardo de oídos indiscretos o entre susurros en algún rincón de la redacción. Incluso alguno me ha escrito atemorizado por lo que pueden hacerle si le lleva la contraria “a los jefes”. Los jefes son, por si no había quedado del todo claro, Dieter Brandau y Javier Somalo. Esa situación de temor y delación es algo de lo que no eres plenamente consciente hasta que estás fuera de la empresa y tu alquiler ya no depende del cambiante humor de estos dos.

Ya me habían dicho otros ex empleados de la casa que el despido de Libertad Digital se vivía más como una liberación que como una experiencia traumática. En muchos casos esa liberación ha venido acompañada de buenos empleos, mucho mejores de los que tenían en LD. No digo nombres porque el que conozca este mundillo ya sabe de quien hablo. El mercado ha terminado premiando el mismo talento que la pareja del purito castigaba con saña para que nadie advirtiese su mediocridad. A pesar de la fuerza de los hechos, de ver como muchos ex de LD estaban haciéndolo muy bien por ahí, seguía pensando que estar en Libertad Digital, el periódico de los liberales, era estar “mi casa”. Creí eso hasta el día después de salir de allí. Hace unos días leí un artículo de Daniel Lacalle en el que, refiriéndose al trabajo en France Telecom, escribía “no hay nada más inhumano que la frustración y desesperación de vivir la pesadilla kafkiana de un trabajo burocrático, tedioso y sin sentido”.

Uno de los aspectos más frustrantes de trabajar en Libertad Digital era comprobar con estupor como cualquier iniciativa, cualquier indicio de proactividad eran paralizados inmediatamente por Dieter Brandau y Javier Somalo. Bastaba con que hicieses algo bien para que dejases de hacerlo en el acto y te pusiesen a hacer lo contrario o a que te pudrieses en el tedio de copiar y pegar teletipos “cambiando el titular”, que es lo que Somalo y Brandau entienden por periodismo. A menudo tomaban la idea ajena, se apropiaban de ella y luego se ponían la medalla delante de Recarte o de Losantos. No les culpo. Ninguno de los dos son periodistas en sentido estricto. Uno porque es, según dicen, antiguo técnico de sonido de Radio España devenido director de un diario en la red por obra y gracia del otro, que sí tiene el título de periodista… y punto. Más allá de verle leer el teleprompter en los telediarios de LDTV y de repetir como un papagayo en su programa de radio lo que Losantos había dicho tres horas antes, Dieter no conoce este oficio, fundamentalmente porque nunca ha necesitado ejercerlo. Desde hace unos años, además, van de “directivos audiovisuales” (especímenes, por cierto, que Losantos odia de obra y palabra) y eso les ha quitado de todo lo demás. Y como curiosidad para los oyentes y lectores fieles, ninguno de los dos es liberal. Están, como dice un buen amigo con su habitual retranca madrileña, “en algún lugar entre el vacío del espacio profundo y el facherío vociferante del fondo sur del Bernabeu”.
A pesar de todo, quiero transmitir mi enhorabuena a Dieter Brandau, quien por fin ha conseguido presentar uno de los tres programas “pilares” de EsRadio. Tanto purito, tanto atormentar al personal y tanto esperar a Losantos a las 12 en punto en la puerta del estudio para acompañarle hasta la puerta del coche tiene ya merecida recompensa. Cierto es que recibe la medalla de bronce, y no la de plata como probablemente se esperaba. Quizá la de plata –el programa de la noche- esté reservada para Somalo cuando consigan aventar de una vez a Luis Herrero. No creo que “el del bigote” les cueste demasiado. César Vidal o Javier Rubio eran obstáculos mucho mayores y mirad donde están ahora unos y donde están los otros. Por el camino han tenido que soltar mucho lastre, unos eran amigos y otros, simplemente, trabajadores. Se cuentan por decenas los despidos en Libertad Digital y, pese a la nefasta gestión que se lleva desde hace años, sus gestores son los mismos y no creo que cambien. Lo de Libertad Digital es el caso del bombero pirómano llevado a su máxima expresión. Desde fuera se podría decir que ocurre algo parecido a lo que critican en la clase política: recortan por abajo y castigan al productivo mientras mantienen sus privilegios de casta dirigente y se blindan ante el fracaso.

Bueno, creo que he abusado de vuestra paciencia. Ya termino, lo haré con una cita del único artículo de Dieter Brandau que he conseguido encontrar después de buscar un buen rato en internet: “De lo que estoy seguro es de que jamás olvidaré el lema con el que nació Libertad Digital (Que nadie opine por ti, ni siquiera nosotros)”. Bien, haciendo honor al lema de aquella casa a la que entregué tantos años, esfuerzos y dedicación, le pese a quien le pese yo opino por mi mismo. Abierto quedo a vuestros comentarios y a las preguntas que queráis hacerme. Soy libre, y no tengo intención de dejar de serlo.

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