Es evidente que Catalunya y España están en punto de no retorno. Desde el pasado 11 de septiembre el gobierno español ha maquinado leyes para destrozar la economía catalana, conducir a la miseria a Catalunya, sus empresas, sus asociaciones culturales y deportivas... A ello hay que sumar el brutal expolio, la inversión nula y el impago de deudas.
Una situación límite que poco a poco se va agravando por el insulto duro y puro, primeros eran articulistas de segunda, luego fascistas tertulianos y ahora son la casta corrupta política española.
Des de Madrid quieren provocar a los catalanes, fomentar la confrontación, desean una guerra civil y desde aquí habrá que estar muy templado para no caer en la tentación de devolver los insultos...
A todo eso, el sucio, grasiento, machista y depravado sexual de Sostres:
Un pobre desgraciado ha tenido que dimitir por usar esta expresión, o mejor dicho: el ministro Margallo le ha cesado. Si hubieran sido cesados o hubieran dimitido todos los que alguna vez han dicho "españoles de mierda", o los que con más o menos gracia han sugerido que España es una mierda, no quedaría ningún independentista con cargo. Pero es que además es verdad: "catalanes de mierda". Lo dijo también don Luis de Galinsoga: todos los catalanes son una mierda, y en su caso tuvo más mérito en tanto que se avanzó a su época, porque en aquel entonces todavía los catalanes no habíamos explicitado nuestro interminable repertorio de miserias.
Que después de tanto tiempo nuestros recursos sean manifestaciones multitudinarias, conciertos maratonianos, silbar himnos y hacer cadenas humanas es en efecto lamentable. Somos una gran mierda. Que nos hayamos dejado saquear por una casta política infame justifica cualquier insulto que puedan dedicarnos.
Un pueblo digno se alza para conseguir lo que quiere y lo consigue de inmediato, porque sentimiento y destino son una sola cosa. Un pueblo que quiere ser libre toma la libertad al precio que sea y la defiende como quien defiende su vida, porque ambas cosas son lo mismo entre hombres y países dignos.
Pero a los catalanes nos falta dignidad y nos sobra orgullo: y eso nos convierte en un pueblo mezquino e incapaz de estar a la altura de nuestra Historia.
La exacta medida de nuestra mediocridad se concreta en que todavía sean necesarios este tipo de debates, después de tantos años. Los corderos siguen siendo corderos y no se han convertido en leones. Que el ministro Margallo obligue a dimitir al pobre diablo que nos llamó "mierda" es un premio de consolación para una Cataluña que insiste en retozar en el lodazal del victimismo sin querer pagar el precio de su emancipación, mientras acusa a los demás de querer exterminarla cuando en realidad es ella misma quien se degrada con su cobardía, con su presidente y su equipo que en un país normal pedirían caridad por las esquinas, y con una ambición política de poblado, de tribu moralmente invertebrada e intrínsecamente corrupta.
Que don Luis de Galinsoga, director de La Vanguardia cuando La Vanguardia era franquista en lugar de independentista, fuera cesado por Franco al decir que todos los catalanes son una mierda, fue una clarísima mediocridad del Caudillo, que habría ayudado mucho más si en lugar de matar al mensajero hubiera clausurado La Vanguardia, para corregir de este modo el diagnóstico de don Luis, que de ningún modo se puede considerar tan equivocado si uno piensa que un diario como La Vanguardia era y es el que más leen los catalanes.
El cese de este pájaro de la Marca España es más o menos el mismo caso. Mientras nos escandalizamos por sus palabras evitamos cualquier autocrítica, cualquier introspección y cualquier apuesta por el progreso y la calidad; y nos hundimos cada vez más en la podredumbre, en la miseria y en la mezquindad, armando de todavía más razones al próximo bravucón que venga a insultarnos.
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