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jueves, noviembre 01, 2012

César Vidal compara Catalunya con las prostitutas.

Para meretriz la hija de alguno...



Dice César Vidal en el periódico de Lara, del grupo Planeta:

La anécdota es conocida.  El hombre se acerca a la mujer y le pregunta si se acostaría con él por un millón de dólares.  La fémina, complacida, le dice que sí.  El hombre le pregunta entonces si aceptaría realizar el mismo menester por tan sólo un dólar. La mujer, ofendida por la drástica rebaja, le dice:  «¿Quién se cree que soy?».  A lo que el hombre le responde: «Quién es usted resulta obvio. Ahora sólo se trata de acordar la tarifa». No sé por qué siempre que recuerdo esta anécdota me vienen a la cabeza los nacionalistas catalanes.

A estas alturas, todos sabemos quiénes son y lo que pretenden.  También sabemos que, lamentablemente, los hemos malacostumbrado a que se lleven el millón de dólares en lugar de discutir tarifas. Esa circunstancia –que resulta evidente para el conjunto de los españoles– también lo es para la Unión Europea en cuyo seno circulan algunos chistes de negros y catalanes que no voy a repetir aquí porque me parecen de pésimo gusto. Sin embargo, esa realidad no resulta tan obvia, por ejemplo, al otro lado del Atlántico y los tentáculos propagandísticos del nacionalismo catalán no pierden ocasión de colocar en periódicos de prestigio artículos y soflamas donde se repiten, con el tono gemebundo que las caracterizan, las referencias a una democracia catalana que existía cuando no existía Cataluña o que convierten la guerra de Sucesión en la pérdida de la independencia a manos de los españoles. Gobernara quien gobernara, el nacionalismo catalán con sus embajadas o con las nuestras, valiéndose de la representación europea o de los casales, ha ido desarrollando una labor propagandística en el exterior centrada en dos puntos esenciales. El primero es señalar, siempre y en todo lugar, que España es un desastre indigno de confianza y el segundo, subrayar que la pobre Cataluña soporta con paciencia esa injusta cruz pero que si un día decidiera sacudírsela estaría más que justificada. Me he encontrado esa situación vez tras vez en el extranjero y siempre dudo entre si siento más indignación o más asco. Que se utilice la mentira y el victimismo en las zahúrdas del nacionalismo es natural. Que se haga con nuestro dinero y nuestras representaciones internacionales desde hace décadas resulta delirante y no debería tolerarse ni un solo día más. Consentirlo equivaldría a la cantante que paga a un representante para que diga que cada día tiene menos voz y que ya nadie va a verla hasta el punto de que está buscando otra patrocinada. Hay que expulsar con urgencia a gente que sólo ataca a nuestra nación de organismos en los que es España –y no una fantasmagórica nación catalana– la representada. Ese paso es urgente darlo ya y si no se ha llevado a cabo es porque alguien no está haciendo los deberes. Que dimita entonces.
 

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