viernes, enero 29, 2016

ADA COLAU: EL PELIGRO DEL RENCOR

(artículo de OSOVAN)

Que alguien pueda ser unionista es algo legítimo y respetable en tanto no tenga como objetivo solapado el perjudicar a ese territorio al que se pretende acceder como responsable. ¿Qué es la España de hoy? Ese país que casi al alimón nos llama nazis, proetarras, jihadistas y diablos cojuelos por el mero hecho de defender una postura territorial distinta de forma pacífica y democrática.
Mmmm, algo huele a podrido en Dinamarca.

Hubo un tiempo en que España tuvo un número nada desdeñable de intelectuales que por definición eran vigilantes e incluso vitriólicamente críticos con las injusticias del sistema. La llamada “transición del 78” subió en el autobús a los intelectuales que pasaron a convertirse en patéticos estómagos agradecidos, y desaparecieron las voces críticas como por ensalmo. Afortunadamente, en Catalunya no tuvimos una bajada de pantalones tan acentuada.

Este proceso que vivimos deja al descubierto la ausencia de intelectuales españoles que clamen contra una actitud hacia el independentismo catalán que sólo puede considerarse totalitaria y ruin (o Ruiz, como prefieran). Las masas dejan de tener referentes y son espoleados por los medios de la hidalguía a difamar e insultar, a pronunciar pornográficos mantras previa manipulación.

Alguna flor asoma entre los despojos del pensar, como Ramón Cotarelo o incluso Iñaki Gabilondo, como excepciones que no hacen sino mostrar lo sangrante del panorama global.

En eso que gana la alcaldía de Barcelona (con una cantidad inusitadamente ínfima en concejales) una persona llamada Ada Colau, aquella que denunciaba legítimamente los desahucios y que proclamaba a los cuatro vientos como un apocalíptico del Central Park que jamás se iba a dedicar a la política. Primera mentira, pero bueno, dado su currículum (solo ese) se ganó una cierta indulgencia popular. Nada más entrar en el consistorio, coloca a su pareja. ¿Legal? Sí, pero ya un acto de por sí feo, pues la mujer del César…etc etc. Ahí es cuando las excusas de sus acólitos comienzan a demostrar que algo va mal. Se vislumbra el cainismo y la falta de espíritu crítico. El seguidor se convierte en apologeta.

Brama que defenderá el derecho a decidir hasta que lo va repitiendo cada vez con menos voz. El tránsito de Pavarotti a Pepe Isbert en cuestión de meses. Igual que su mentor inicial, Pablo el de la Complutense. Las alarmas comienzan a sonar. Se intuye entonces el “bueno, si, pero sabes, es que, bueno…” No pasa nada, sus apologetas sabrán como justificarlo. La Biblia Colau admite escribas de todo pelaje. Sabe que tiene que mantener algo en lo que no cree para no quedar al descubierto.

Extraño que una persona que supuestamente defiende el derecho a decidir (bloqueó que Barcelona formase parte de la AMI, para más señas) recoja la vara de alcaldesa y comience a implementar medidas que, ¡oh, sorpresa!, son claramente lacerantes para la ciudad. Ya no son alarmas. Queda en evidencia que aflora una inquina y un rencor que ansiaba saltar al exterior, y ese rencor obedece a todo lo que ella jamás pudo lograr por  medios propios o ajenos. Va a iniciar una política que damnificará a aquellos a los que dice defender, cercenando inversiones y cualquier medida que pueda crear puestos de trabajo. Va a prometer unos recursos que ella misma bloquea, y va a convertir en gris aquello que podía pintar púrpura.

Comencemos con las terrazas de Barcelona. Una ley patosa de Trías llega a sus manos. ¿La flexibiliza y rebaja de forma equidistante? Sería lo lógico para alguien de su discurso, ¿verdad? Pues no. Decide, ignorando en su consistorio al Gremio de Restauradores, abogados y hosteleros damnificados impulsar la más dañina y draconiana de las versiones: Más de 2.200 terrazas afectadas que quiere reducir o directamente suprimir.

Fijémonos en el centro neurálgico del turismo en la ciudad: El Born. Le ha dado un poder inusitado a cuatro vecinos (no es una forma de hablar, son exactamente cuatro). No crean que son vecinos de toda la vida. Son gente que tendría ansias de vivir en Sarrià o Tres Torres, y como no les llegaba el presupuesto, se fueron al Born, y ahora exigen que una zona de la metrópoli se convierta en las montañas suizas. Bajan a la calle, ven los bares y tienen como misión sagrada afectar la actividad comercial de un barrio, solo porque en lugar de grillos o pajaritos, oyen el lógico murmullo de una zona poblada. Los vecinos de toda la vida saben muy bien que el Born de hace 20 años estaba en condiciones lamentables, lleno de yonkies y de inmundicia, y valoran muy mucho el cambio para mejor que se ha experimentado. Solo se quejan, evidentemente, de aquellos rateros que se acercan a la zona para robar al primer incauto (mayormente turistas, por cierto) y a los a los que Colau curiosamente nunca critica.

Pues sí, esos cuatro jinetes de la mala leche ya mencionados  son la “actividad vecinal" en la que se apoya Colau para satisfacer su propio rencor. Parece como si los momentos de asueto ciudadano le diesen pánico.

Todas esas terrazas, que no suponen un problema y que generan ingresos del turismo, están destinadas a perder más de la mitad de su recaudación, lo que supone la inminente desaparición de centenares de puestos de trabajo y deja, no sólo a turistas, sino a los propios visitantes residentes, con una cara de “no entiendo nada”. La tan cacareada moratoria de dos años no es más que humo y muchos restauradores se quejan de la “curiosa” permisividad hacia muy determinados locales en tanto otros de idéntica ubicación y distancias son torpedeados a multas y/o a negaciones de licencias por la misma cantidad de mesas.

¿Qué hace cualquier ciudad europea? potenciar sus terrazas y darle servicio a sus paseantes. ¿Qué sucede en Barcelona? Que hasta los personajes famosos se muestran indignados y deciden “apadrinar” terrazas para denunciar una actitud tan sospechosamente beligerante.



Después viene la siguiente fase para cargarse inversiones y que los turistas vayan a otro lado (en Madrid ya están frotándose las manos):
Cargarse tantos apartamentos turísticos como sea posible. ¿Son los criminales las bandas que roban cobre y colapsa la red ferroviaria? ¿Lo son las bandas organizadas que hacen más insegura la ciudad? Pues no lo parece. Por lo visto son la señora Mildred y su marido Spencer que han decidido pasar con sus hijos unos días de vacaciones en Barcelona. Son los criminales la estudiante francesa Marien y su novio Pierre, o los comerciales John y sus compañeros Frank y Robert.

Claro que sí, alcaldesa, es verles y darse uno cuenta de que son asesinos en serie, on vas a parar!…debe ser por eso que se ha puesto de moda repartirles folletos en el aeropuerto del Prat en los que se les incita a la delación de pisos turísticos y a los que inspectores que bien podrían hacer de agentes soviéticos en cualquier película de la guerra fría les paran por la calle para saber a donde van a alojarse. Es normal, son ellos los que deberían hacer de chivatos y a quienes al mismo tiempo se les quiere fuera porque en cualquier momento sacan de su funda de violín la metralleta Thompson que guardaban celosamente en la entrepierna en su asiento A27... cómo no se me había ocurrido antes…

Por cierto, esto de los pisos turísticos “ilegales” tiene su guasa. No se les concede una licencia pero al mismo tiempo se les acusa de ilegales. Todo correcto. Monumento a la coherencia, oigan. En cualquier caso, no parece este consistorio muy sensible hacia la gente con problemas a los que dicen proteger. El 80% de esos pisos, incluso habitaciones, son alquilados por personas que simplemente no llegan a fin de mes, que deben irse a casa de los padres porque de otro modo no podrían acometer sus gastos. Pero no se preocupen, que la rutilante alcaldesa, la que no tiene preparación alguna, hará que baje el arcángel San Gabriel repartiendo billetes para los necesitados. O no.

¿Y cuántos son esos vecinos de la Barceloneta cuyas pancartas frente a la Plaça Sant Jaume exigian la TOTAL desaparición de los pisos turísticos? No la de aquellos casos que sean problemáticos, no, sino LA TOTALIDAD. Desde luego no son los que vivieron la Barceloneta de las reyertas, de los yonkies, de suciedad, de putas y chulos con olor a salitre peleándose en los bares, de delincuencia y de marineros problemáticos que arribaban a puerto y acababan hostiándose con cualquiera por una mala mirada. Son unos pocos de sus descendientes, a los que obviamente se la sopla que el barrio haya alcanzado las mejores cotas de habitabilidad y ocio de toda su historia, de sus bulevares, restaurantes y terreno ganado al mar.

Se la sopla, y en lugar de exigir la captura de rateros (que son residentes, por cierto) mientras roban o desvalijan los vehículos circundantes, en lugar de solicitar la anulación de licencias de los casos concretos de apartamentos ruidosos, atacan a quienes no tienen nada que ver, a todos los que ofrecen el servicio para salir adelante y a los turistas que, en su inmensa mayoría, se alojan en pisos porque además son mucho más baratos que no las carísimas plazas hoteleras, quienes por cierto, poco debería ejercer de lobbie contra dichos apartamentos porque su negocio sigue siendo redondo. Parecen complacerse con hacer de casos aislados un todo unitario. Hay que arrasar con los turistas. ¿Por qué? Porque son los más débiles.

Son TODOS MALOS, lo decimos nosotros y punto. Total, si vacían el barrio siempre llegará Colau con sus puestos de trab… ah! no, esperen, que se irán incluso reduciendo tras semejante medida. No habíamos caído. No pasa nada, hombre, que nuestra querida Ada, la actriz fracasada y a quién no se le conoce ninguna actividad emprendedora personal, nos consiga paguitas para todos. Lástima que no sea ella quien pueda subvencionar. No, Ada, aquí no funciona así. Aquí somos nosotros los que padecemos el expolio de 16.000 millones anuales, no al revés.

Así que tenemos a alguien que ve a Barcelona demasiado luminosa, demasiado emprendedora, demasiado abierta al mundo, demasiado referente, demasiado consciente de su buen clima para atraer divisas. Bajo la apariencia de “quiero una ciudad para sus habitantes” (vaya, lo que vendría a ser una visión aldeana) proyecta una ciudad gris y sin atractivo para el exterior, una especie de Dark City.

Ha sido llegar ella y ya se ha animado el perroflautismo más lumpen, el que ocupa impunemente estaciones del metro y monta raves con peleas, coca, alcohol, graffittis y meadas incluidas. ¿Pero no quedábamos en que los problemáticos eran el ingeniero Johansson y su mujer Stella que acaban de llegar a Barcelona para visitar museos y la Sagrada Familia?



Ahora tenemos la última novedad: Los manteros. Por favor, seamos todos indulgentes con el hecho de que vendan material ilegal, de que estén controlados por mafias, de que ocupen espacios en los que se hace imposible transitar, de que hayan creado el primer sindicato de la historia de la humanidad en el que pagar impuestos no es una opción mientras, no solamente las tiendas, sino que los tenderetes que tienen enfrente, sí lo hacen aunque vendan pocos collares o demás manufacturas, de que hayan lanzado piedras a los urbanos (por la espalda en algunos casos) incluso hiriendo a transeúntes. Tenemos que alabar todas esas cosas porque, oh!, novedad, si no lo aplaudimos, vendrá la legión de hipócritas apologetas a calificarnos con los más inmundos improperios, y por supuesto el de moda es llamar racista ( qué c.. tendrá que ver) que es lo que se hace siempre en estos casos. Esos mismos apologoJETAS que seguramente se lo pasaron pipa orinando en las estaciones de metro. Ya lo saben: los demás son seres de luz, hagan lo que hagan, y si la señora Pepa viene de la compra y recibe una pedrada que le abre la cabeza, que no se queje, ¡maldita racista!, ¡insensible!, ¡fascista! Cómo se les ocurre a los urbanos acercarse a ellos, con lo fácil que es presionarles para que coloquen multas a los transportistas que intentan sacar a su familia adelante y tienen la desfachatez de pararse un minuto en una esquina para descargar. ¡No os quejéis, transportistas racistas! ¿No tenéis vergüenza o qué? Insensibles, es lo que sois.



Por supuesto, Ada Colau, no está bien quejarse de usted porque lo contrario me sitúa en la casta, el fascio o vaya uno a saber qué calificativo difamatorio de mierda me pueda usted dirigir. Seguro que mi humilde persona lanza más dardos a las oligarquías de lo que usted hace, seguro que odio más a esa derecha rancia, corrupta y falaz de lo que usted hace, seguro que desmonto más la complacencia del falso socialista PSOE y de todo ese unionismo primitivo y arquetípico al que usted le hace la pelota en cuanto tiene la más mínima oportunidad. La lucha de la verdadera izquierda siempre ha tenido como leit motiv la independencia de los pueblos para satisfacer sus necesidades, no esa falsaria componenda que su partido y los podemitas del “donde dije digo digo Diego” hacen pasar como defensor de las oportunidades.

¿Cuánto tiempo cree que va a engañar al personal? Ya no es tan fácil. El stablishment español siempre ha recurrido a los submarinos de la “presunta izquierda” cuando sus submarinos de ultraderecha disfrazados de centro no han sabido acometer su labor de perpetuar el régimen.
Porque usted es eso, y lo sabe, de otro modo no habría atacado las inversiones que, oh!, casualidad, siempre acaban favoreciendo a Madrid.

Ya se le vio el plumero cuando quiso deteriorar la feria de GSM más importante del mundo, la de Barcelona, cuando se negó a sufragar los 4 millones para la Fórmula 1 aún sabiendo que después generaba 300 millones en ingresos para Catalunya, cargarse la proyección internacional de Barcelona y anular la candidatura para los juegos Pirineus del 2026. Tranquila, cuando haya dañado nuestra productividad e inversiones quizá reciba el toisón de Oro en el Palacio de la Zarzuela.

Pero de este rencor e inquina debe incluso retrotraerse a un flasback de una infancia con miradas de odio, de lo contrario no se entiende el incluir incluso a niños en sus planes de Dark City.

Llega la última edición del Festival de la Infancia y ¿qué hace ella? Por supuesto, la incompetente deja por primera vez el evento sin stands de l’Ajuntament para actividades infantiles. La excusa no tiene desperdicio “es para que los niños no estén encerrados y puedan tener actividades al aire libre” . Claro que sí, alcaldesa, montó usted cuatro casetas de chichinabo en la Plaça Catalunya en pleno invierno para que los padres e hijos pudieran quedarse helados a la intemperie. Porque, claro, tener recogidos a los chiquillos en miles de metros cuadrados con calefacción en los salones y palacios del Festival de la Infancia era algo así como…como era? Ah, sí, “encerrados”.



¿Qué actividad navideña existía en la Plaça Catalunya antes de semejante despropósito?
La famosa pista de gel, de inversión eminentemente privada, deleite de críos y adultos que no solamente generaba beneficios sino además 300 puestos de trabajo directos e indirectos (que se ha cargado Colau, ¡cómo no!), amén de ser una brillante idea que ofrece cualquier ciudad con un cierto relieve y en la que el hielo dejaba de estar supeditado a aquellos que pudiesen costearse viajes a otros lugares.
Y sí, este ya constituye el paroxismo de la vileza de alguien. Saber que va a afectar a la alegría de los críos y aún así putearles. Cruela Colau de Vil... No estamos en la línea de aquella pepera trasnochada quejándose en su tweet por los disfraces de la cabalgata de Carmena. Esto es muy serio, esto es otra cosa muy distinta. Esto es pura mala leche.



Qué más le da a una actriz fracasada que parece peleada con todo lo que produzca una sonrisa ajena. Su sonrisa es la expresión que aflora tras verse en un cargo que no le viene grande, sino gigante. Puente perfecto para satisfacer su mediocridad y rabia contenida, para culminar la venganza de sus fantasmas y hacer de Barcelona un submundo fantasmagórico sin proyección. Esperemos que no nos venga un día de estos con los planes quinquenales. Los despistados, los perroflautas de mirada vidriosa, los que han desempolvado los libros de los años ochenta para repetir cual loros las trilladas consignas de los años ochenta destinadas a ser de nuevo lanzadas al polvo en cuanto tengan un carguito, los que odian la independencia hasta el extremo de permitir a personajes de acervo intelectual unineuronal mandando (que no dirigiendo) una de las ciudades más importantes del mundo al garete, esos no querrán verlo. Su sectarismo les puede y defenderán todas las astracanadas que se le ocurran, porque seguramente pensar con las luces largas en lugar de las cortas no es lo suyo. Siempre les quedará tildarnos de cualquier barbaridad de forma directamente proporcional a la velocidad con las que descubramos su falsedad y cainismo.


(by Osovan)

3 comentarios :

Mr.DUI dijo...

Otra más de la reencarnación femenina de Hugo Chaves: http://www.mon.cat/cat/notices/2016/01/barcelona_demana_indultar_als_condemnats_pel_cercol_al_parlament_157862.php

Anónimo dijo...

Lo de las terrazas es un disparate.

Acidburg dijo...

Y los deshaucios siguen aumentando el Barcelona... ¿Colau?
http://www.vilaweb.cat/noticies/carlos-macias-els-desnonaments-a-barcelona-no-han-deixat-de-creixer/