miércoles, noviembre 21, 2012

El dividendo fiscal de la independencia.

La economía de Catalunya estará por encima de Italia...


COL·LECTIU WILSON:


1 Una hipotética independencia de Catalunya tendría un impacto fiscal importante porque el dinero que actualmente la administración central del estado obtiene de Catalunya y que nunca vuelve a ésta, no saldría de Catalunya en el supuesto de que ésta se constituyera en un estado independiente. El dinero que ganaría Catalunya se llama el “dividendo fiscal de la independencia”.



2 La balanza fiscal mide la redistribución entre los territorios de un país: el dinero que el Estado obtiene de unos territorios y da a otros. Aunque es cierto que son las personas, y no los territorios, las que pagan impuestos, también es obvio que una parte importante del gasto público (como las infraestructuras) se hace en los territorios. Por esta razón el cálculo de la balanza fiscal es legítimo e informativo.




3 Hay dos maneras de calcular la balanza fiscal. El método del flujo monetario asigna los gastos en el territorio donde se gastan. El método del beneficio, en cambio, asigna los gastos allí donde viven los ciudadanos que se benefician.


4 El “dividendo fiscal” es el déficit de la balanza calculado por el flujo monetario. La balanza por flujo monetario asigna el salario de un funcionario que vive en Madrid a la Comunidad Autónoma de Madrid. Eso se debe a que el salario de este funcionario tiene un impacto económico en los restaurantes y las tiendas de Madrid. Que este funcionario trabaje para un Ministerio y por lo tanto “beneficie” o no a los ciudadanos de otros territorios es irrelevante para calcular el “dividendo fiscal de la independencia”. Bajo el supuesto de independencia, este dinero se gastaría en Catalunya y tendría un impacto económico positivo en Catalunya. Por esta razón el “dividendo fiscal” es el déficit de la balanza calculado por el flujo monetario.


5 La balanza fiscal para el método del flujo monetario se calcula como la diferencia entre los impuestos que pagan los catalanes a la Administración central menos los gastos que ésta realiza en Catalunya.


6 Parte del dinero que el sector público gasta proviene de créditos que pide el Gobierno central, unos créditos que, lógicamente, tienen que ser devueltos tarde o temprano con los impuestos de los ciudadanos. Una parte de estos impuestos se cobrarán en Catalunya. Tener en cuenta estas deudas es lo que se llama “neutralizar” la balanza fiscal. Pensar que la balanza fiscal no se tiene que neutralizar es equivalente a pensar que el Gobierno de España no pagará sus deudas. Como pagar las deudas no es una opción sino una obligación, “neutralizar” la balanza no es una opción sino una obligación.


7 Algunos analistas intentan confundir a la gente a base de presentar cuatro, seis, ocho o diez cálculos diferentes de la balanza fiscal con el objeto de entender que estos cálculos son imprecisos y arbitrarios. Es cierto que, en función de la pregunta que uno se haga se puede utilizar el método de beneficio o el método monetario. Sin embargo, para calcular el “dividendo fiscal de la independencia” sólo hay dos metodologías: la correcta y la incorrecta. La correcta es la monetaria y neutralizada.


8 Si los ciudadanos de Catalunya decidieran optar por la independencia, Catalunya obtendría un dividendo fiscal de unos 16.000 millones anuales: la totalidad del déficit fiscal que mantiene con España calculado por el método del flujo monetario.


9 Durante las últimas décadas Catalunya ha mantenido un déficit de la balanza fiscal importante y que no parece que tienda a bajar: el 30% de los recursos fiscales aportados por los catalanes no vuelven nunca. Eso corresponde aproximadamente al 8% del PIB cada año, equivaliendo a 2.250 euros por habitante en el 2009. El déficit acumulado desde 1986 suma 300.000 millones de euros.


10 El principal responsable del déficit de la balanza fiscal catalana no son los impuestos sino el gasto. Es decir, el problema no es que los catalanes paguen una cantidad anormal de impuestos a la Administración central. El problema es que ésta última gasta una cantidad anormalmente baja en Catalunya. Ello se debe, en parte, a que el modelo de financiación de la Generalitat es deficiente. Y, en parte, por la minúscula inversión pública del Estado en Catalunya.


11 Esta inversión minúscula, mantenida a través de los años, ha hecho que Catalunya haya acabado teniendo el stock de capital público relativo a producto interior bruto más pequeño del Estado español.


12 El “dividendo fiscal de la independencia” sería de 16.000 millones anuales, incluso teniendo en cuenta que las estructuras de estado costarían dinero. Las profesoras Bosch y Espada de un lado y el economista De la Fuente de otro calculan que los gastos netos serían de unos 3.000 millones de euros. Desde el punto de vista de país y de impacto económico, estas estructuras de estado serían un gasto que se haría en Catalunya, pagando a trabajadores catalanes que gastarían buena parte de sus salarios en restaurantes y tiendas catalanes. Todo eso tendría un impacto positivo directo sobre la economía catalana. Por lo tanto, para calcular el “dividendo fiscal de la independencia” para Catalunya, sólo es necesario mirar el saldo de la balanza fiscal y no tenemos porque descontar los costes de las estructuras de estado.


13 El dividendo fiscal para la Generalitat, por el contrario, no sería de 16.000 millones sino de 13.000 millones adicionales cada año porque tendría que hacer frente a gastos adicionales de 3.000 millones que se tendrían que restar de los 16.000 millones. Bien empleado, este dinero permitiría evitar recortes, devolver deuda, rebajar impuestos o construir infraestructuras adicionales.


14 El dividendo fiscal abriría la posibilidad de revertir la tendencia de declive de las últimas décadas. Para conseguirlo, sin embargo, haría falta que la Generalitat lo usara de manera eficiente y en beneficio de la prosperidad económica de los catalanes. Unas mejores infraestructuras permitirían aumentar la tasa de crecimiento a medio y largo plazo. Unos impuestos más bajos atraerían la inversión extranjera y ayudaría a captar y retener talento. Una deuda más reducida llevaría a una mejora de los ratings y una disminución de la prima de riesgo, y por lo tanto, del gasto que se malversa en intereses. Finalmente, los recursos adicionales también posibilitarían un gasto social propio de un estado moderno. Todos estos factores se reforzarían mutuamente, creando un círculo virtuoso. Eso contrasta con el círculo vicioso que comporta el mantenimiento de la situación actual: más deuda, más intereses, menos gasto social y más impuestos. En una palabra: el declive económico de nuestro país.      

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